Antes de que apareciera Robinhood Markets, el complejo de inversores minoristas controlado por firmas como Fidelity, Wellington, Charles Schwab y E*Trade estaba muy bien asentado. Pero la plataforma de inversión online dirigida por Vlad Tenev lo ha puesto todo patas arriba, y, como todo buen disruptor, se ha ganado su buena cuota de enemigos por el camino. Eso ha llegado en forma de montañas de demandas, escrutinio regulatorio y distracciones de Washington que prometen remodelar Robinhood. La reacción puede ser suficiente para que el disruptor sea vulnerable a su propia disrupción.
La empresa cofundada por Tenev cubría una necesidad en el centenario negocio del trading. Hasta que Robinhood irrumpió en la escena en 2019, E*Trade y Schwab representaban más del 40% de los ingresos online de la industria, según IBISWorld. Pero Robinhood ha atraído a más de 21 millones de usuarios activos mensuales, duplicándolos en un año. Ahora supera la cuota de mercado de Schwab según los ingresos de corretaje online del año pasado.
Las operaciones son gratuitas, pero la empresa tiene que ganar dinero de alguna manera. Así, alrededor del 80% de los ingresos de Robinhood en el segundo trimestre procedieron de la práctica de que la plataforma envía las órdenes de los usuarios a los creadores de mercado a cambio de pagos, lo que se conoce como pago por flujo de órdenes, y una práctica similar para su unidad de criptodivisas, denominada reembolsos de transacciones.
El jefe de supervisión de la Comisión de Valores de Estados Unidos, Gary Gensler, dijo a Barron’s en un artículo publicado el lunes que se está considerando prohibir el llamado pago por flujo de órdenes, y eso hizo que las acciones de Robinhood cayeran hasta un 8%.
La firma también acumulaba usuarios con prácticas conocidas informalmente como gamificación, o el uso de tácticas de felicitación como una lluvia de confeti digital cuando un usuario ejecutaba una primera operación. El 27 de agosto, la SEC pidió comentarios públicos sobre esos impulsos al comportamiento y otras herramientas que estimulan a los usuarios a operar más a menudo, y que podían perjudicar a los inversores. Robinhood se deshizo de esa función varios meses antes de salir a Bolsa en agosto.
Pero se acumulan las noticias: desde la confiscación del teléfono móvil de Tenev como resultado de una investigación realizada por la Fiscalía de EE UU, hasta las 63 demandas colectivas y las 1.600 posibles reclamaciones de arbitraje contra las que se enfrenta, según una presentación de la SEC.
Los litigios y la presión regulatoria son, en el mejor de los casos, una distracción para las personas que fundaron Robinhood, la sacaron a Bolsa recientemente y ahora, con una capitalización de mercado de 38.000 millones de dólares, tienen a los inversores esperando que crezca a un ritmo vertiginoso. En el peor de los casos, los detractores podrían convertir Robinhood en un instructivo precedente, estimulando a Gensler y otros a respaldar normas basadas en lo que les incomoda de su modelo de negocio.
Ese retroceso normativo ayudaría a nivelar el campo de juego para los aspirantes, que podrían coger lo que ha hecho Robinhood y empezar a hacerlo mejor ellos mismos. No tendrían el dolor de cabeza de ser el caso experimental para los organismos de control y empezarían sin una llovizna de demandas. Ya están surgiendo algunos imitadores. A principios de este año, Fidelity lanzó cuentas de corretaje para adolescentes sin comisiones. Hace una semana, la CNBC informó de que PayPal está explorando una plataforma de negociación de acciones.
Los primeros en llegar tienen la ventaja de crear un mercado que no existía, así que es posible que los usuarios de Robinhood que están en la plataforma decidan quedarse. Pero no será así si otros empiezan a ejecutar mejor las operaciones, por ejemplo, y una empresa financiera acostumbrada a hacer que los reguladores se sientan más cómodos se encontrará con menos inconvenientes.
Los inversores que poseen las propias acciones de Robinhood pueden empezar a preguntarse si es un Google, el disruptor de las búsquedas que ha aplastado a otros, o un MySpace, la primera empresa de redes sociales que fue desplazada por el Facebook de Mark Zuckerberg. Dominar un nuevo mercado puede tener un valor extraordinario. Mantenerlo frente a una inmensa oposición no es tan fácil.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas.