La guerra de Ucrania y sus consecuencias sobre el comercio internacional y en la inflación impactaron en 2022 en el vino, cuya exportación cayó en volumen pero se incrementó en valor, donde alcanzó un récord histórico.
“Afrontamos una situación inédita con dificultades en el comercio y un incremento de los precios. Tenemos que adaptarnos a esta nueva situación que parece que seguirá en los próximos años”, indicó este jueves el director de la Organización Internacional del Vino (OIV), Pau Roca, durante la presentación de su informe anual sobre el secto.
En un año 2022, en el que la producción, la superficie y el consumo sufrieron pocos cambios, destacó el descenso del 5 % de las exportaciones, con relación al año anterior, hasta los 107 millones de hectolitros.
Pero como el precio de cada botella fue muy superior, el valor de las exportaciones alcanzó un récord de € 37,600 millones, un 9 % superior al 2021.
El 53 % de las exportaciones procedieron de Italia, Francia y España, país donde se redujeron un 10.2 %, hasta los 21,2 millones de hectolitros, por lo que perdió el primer puesto en beneficio de Italia, que resistió mejor (-0.6 %).
En valor, Francia mantuvo el liderazgo, con € 12,279 millones (+10,9 %), seguido de Italia con € 7,834 millones (+10.1 %) y España, que vende más de la mitad a granel y donde el valor de las exportaciones alcanzó los € 2,984 millones, un 3.1 % más.
Otros grandes países productores también sufrieron una evolución similar, como Chile, donde las exportaciones cayeron en volumen un 4 %, pero subieron un 9.3 % en valor, o Argentina, de donde salieron un 20.5 % menos de litros pero ingresaron por ellos un 7.4 % más.
Puig destacó que el 46 % del vino que se consumió en el mundo fue “importado” lo que muestra el carácter global de esta bebida.
En 2022, la inflación provocó un incremento del 30 % de los precios de las botellas de vidrio y de las etiquetas, un 20 % de los corchos y del alambre que cierra los espumosos y un 45 % de las cajas de cartón, una subida que afectó a la demanda.
Los “desajustes” ligados a la crisis de inflación y de exportaciones, señaló, deben constituir “oportunidades” para el futuro en un sector que “ha demostrado que sabe adaptarse”.
Así, Puig reconoció que el vino tinto está perdiendo atractivo y ha pasado de representar el 53 % hace 10 años al 48 % actual, frente a los espumosos o rosados, que ganan cuota de mercado.
“Hay que adaptarse a un nuevo consumidor“, indicó Puig, que apuntó algunas ideas, como buscar una demanda cada vez más creciente por vinos “premium”, utilizar los tintos como base para hacer espumosos o explorar los vinos desalcoholizados que, aseguró, “deben ser obra de los viticultores, no fruto de procesos industriales”.
El informe anual de la OIV refleja también una caída del 0.4 % de la superficie de viña, hasta los 7,3 millones de hectáreas, lo que prosigue la estabilización registrada desde 2017, con descensos en España (-0.8 %), líder mundial con el 13.1 % del total, Argentina (-1.9 %), Portugal (-0.5 %), Estados Unidos (-0.8 %) o Sudáfrica (-1.2 %).
La superficie se mantuvo estable en China, Italia o Chile, mientras que subió en Francia (+0.8 %), India (+2 %), Rusia (+1.4 %) o Brasil (+0.8 %).
En un contexto de sequía generalizada en el sur de Europa y otras regiones del mundo, la producción de vino cayó un 1 % hasta los 258 millones de hectolitros, con Italia al frente, con 49.8 millones, seguido de Francia (45.6) y España (35.7), los tres países que elaboran más de la mitad del caldo mundial.
En 2022 destaca la caída del 14 % de los vinos australianos, del 7 % de los chilenos, el 6 % de los sudafricanos y el 29 % de los chinos, mientras que se incrementaron un 44 % los neozelandeses y un 63 % los suizos, elaborados en altitud y muy favorecidos por las altas temperaturas.
Estados Unidos, principal importador de vinos, volvió a ser el mayor consumidor, seguido de Francia, Italia, Alemania y Reino Unido, en un año en el que la demanda cayó un 1 % hasta los 232 millones de hectolitros.