Tras haber perdido la energía barata procedente de Rusia y enfrentarse a la incertidumbre sobre sus otrora lucrativos vínculos comerciales con China, las grandes empresas alemanas se enfrentan ahora a un punto crítico en relación con un tercer ingrediente de su antigua fórmula para el éxito: las relaciones industriales consensuadas.
Juntos, los líderes de la industria alemana, los sindicatos y los políticos buscaron y encontraron durante décadas un acuerdo sobre las decisiones laborales y de producción que, a su vez, proporcionaron la base para el desarrollo económico del país después de la guerra.
La amenaza de Volkswagen de cerrar fábricas alemanas por primera vez en la historia es una prueba directa de si ese modelo de consenso puede sobrevivir y seguir dando resultados en un entorno global que algunos consideran existencialmente desafiante.
“La desindustrialización está ocurriendo en Alemania”, dijo esta semana la directora del comité de empresa de Volkswagen, Daniela Cavallo, exigiendo soluciones para garantizar que “siga habiendo puestos de trabajo industriales en Alemania en el futuro”.
La industria manufacturera todavía representa el 27% del empleo total en Alemania, una reducción respecto del 32% de hace 20 años, según las cifras de la Organización Internacional del Trabajo, pero aún una proporción mucho mayor que en la mayoría de las economías avanzadas.
Alrededor de 120,000 de los 200,000 trabajadores de la marca VW están en Alemania.
Las mismas estructuras consensuadas para las relaciones laborales que a lo largo de los años han traído paz industrial y proporcionado seguridad laboral se pondrán ahora en práctica en las negociaciones entre la dirección y los sindicatos que comenzarán la semana próxima.
Esas conversaciones tienen lugar mientras Volkswagen y otros gigantes europeos del automóvil, incluidos Stellantis y Renault, luchan con los altos costos laborales y energéticos, así como con la creciente competencia de los rivales asiáticos de menor costo que envían más automóviles a la región.
El hecho de que los representantes de los trabajadores tengan la mitad de los votos en el consejo de supervisión de VW hace que sea difícil para el grupo forzar cierres. Los líderes sindicales quieren una solución negociada, pero la dirección dice que la escala de los desafíos significa que algo tiene que ceder.
“Si continuamos así, no tendremos éxito en la transformación”, aseguró el director financiero Arno Antlitz a los trabajadores de la sede central de la automotriz en Wolfsburg.
“Es nuestra responsabilidad conjunta mejorar la eficiencia de costos de las plantas alemanas”.
IG Metall señaló que podría considerar pasar a una semana laboral de cuatro días como una alternativa a los cierres, una medida implementada en los años 90 durante más de una década como parte de una campaña anterior de reducción de costos que incluyó pequeños recortes en los salarios. Volkswagen ha permanecido hermético sobre si esto podría funcionar en el entorno actual.
Alemania busca soluciones por fin del programa de seguridad laboral de VW
Hay una falta de inversión pública para ayudar a desarrollar los mercados, dijo Olaf Lies, ministro de economía de Baja Sajonia, donde se encuentran la sede central de Volkswagen y la mayoría de las fábricas afectadas por el fin del programa de seguridad laboral.
El estado también es el segundo mayor accionista de Volkswagen y tiene dos de los 20 puestos en su consejo de supervisión.
“Esto está poniendo a muchas empresas, y por tanto a Alemania como lugar para hacer negocios, en una situación muy difícil”, declaró Lies.
Esto no ha escapado a la atención de la coalición del canciller Olaf Scholz en Berlín. “Todo lo que tenga que ver con la producción industrial que desaparezca no volverá”, dijo a Reuters una fuente dentro de la coalición.
Tanto el ministro de Economía, Robert Habeck, como el ministro de Finanzas, Christian Lindner, reconocen que Alemania se enfrenta a problemas estructurales como lugar de negocios, pero difieren sobre qué hacer, incluso sobre el papel que desempeñan los vehículos eléctricos en el futuro de Alemania.
Mientras que Habeck -de los ecologistas Verdes- dijo que los políticos deben ofrecer garantías estatales para apoyar la transición a los vehículos eléctricos, Lindner -un Demócrata Libre pro mercado- describió esta semana “la fijación” con los vehículos eléctricos como un error y rechazó las medidas gubernamentales para ayudar al sector.
La impopular coalición de Scholz, cuyos partidos componentes acaban de ser golpeados por la extrema derecha en las elecciones regionales de Alemania del Este, se enfrenta a una elección general el año que viene. La decisión de Volkswagen aumenta la presión sobre ellos para que finalmente establezcan una política clara, argumentan algunos.
“Si un peso pesado de la industria como éste realmente tiene que endurecer su programa de austeridad y cerrar plantas, tal vez sea una llamada de atención que se debería haber tomado hace tiempo para que se incrementen significativamente las medidas de política económica adoptadas hasta ahora”, dijo Carsten Brzeski, director global de macroeconomía en ING.
Volkswagen no está sola. Thyssenkrupp, que durante décadas evitó una reestructuración importante en su división de acero debido a la dura oposición de los trabajadores, también ha cambiado de rumbo.
Su nuevo consejero delegado, Miguel López, se ha apartado de la estrategia de sus predecesores, que mantenían estables las relaciones con IG Metall, para exigir una renovación integral que, según él, se esperaba desde hace tiempo.
Asimismo, el consejero delegado del gigante químico BASF, Markus Kamieth, dijo que una serie de plantas tienen dificultades competitivas. “Por lo tanto, también debemos considerar más cierres de plantas”.
Por ahora, sin embargo, incluso aquellos que sostienen que las empresas alemanas han llegado demasiado tarde para detectar las tendencias en la economía global y reaccionar rápidamente insisten en que es demasiado pronto para decir que Deutschland AG y sus pesos pesados industriales están en decadencia.
“Necesitamos ideas con visión de futuro”, afirma Christiane Benner, presidenta de IG Metall a nivel nacional. “VW ya ha superado situaciones difíciles en el pasado”.