Un escenario conocido para los dominicanos: si visitan el supermercado se encuentran precios que suben día tras día, pero si acuden a su banco y se interesan por bonos, certificados u otros productos financieros, los intereses que ofrecen son significativamente inferiores a los que había antes de la pandemia.
La explicación va más allá de nuestras fronteras y se llama estanflación, inflación aparejada con bajo crecimiento. Efectivamente este verano América, Europa y China están creciendo más lentamente de lo que esperaban los inversores, mientras que los precios al consumidor están aumentando incómodamente rápido, especialmente en Estados Unidos.
Incluso en la zona del euro, acostumbrada a una inflación tibia, los precios en agosto fueron un 3% más altos que un año antes, los más altos en una década. Las economías están afectadas por la escasez de piezas y mano de obra, el envío lento y costoso y las diversas medidas de bloqueo.
En esto concuerdan todos los observadores, aunque la atribución exacta del “culpable” varían, así como las recetas para subsanar la situación.
Para algunos, la propagación de la variante Delta tiene la culpa. El mundo se había acostumbrado al crecimiento del virus, ya que las oleadas de infección provocan una parada repentina de la actividad económica y los precios se moderan o incluso caen. Pero la variante Delta, por el contrario, parece una fuerza estanflacionaria, ya que socava el crecimiento de manera menos dramática pero eleva la inflación.
Esto es así porque los consumidores tienen menos miedo de la enfermedad, continúan comprando y consumiendo servicios incluso si hay suficientes personas no vacunadas para llenar los hospitales, y así suben los precios.
Solo en países con políticas draconianas dirigidas a eliminar el virus, la gente se queda en casa. Australia y Nueva Zelanda enfrentan nuevas recesiones como resultado de sus bloqueos y el sector de servicios de China parece estar reduciéndose.
Mientras tanto, la expansión de Delta continúa interfiriendo con el suministro global de bienes justo cuando los consumidores, están decididos a comprar, de aquí el bajo crecimiento mundial relativo a lo que podría esperarse.
Efectivamente, los brotes en los países del sudeste asiático con bajas tasas de vacunación están provocando el cierre temporal de las plantas de producción y las redes logísticas. Tanto es así que en Estados Unidos, los minoristas, incluidos GAP y Nike, han presionado a la Casa Blanca para que done más vacunas a Vietnam, cuyas fábricas se han convertido en cruciales para sus negocios.
Más allá de los efectos del Covid, el célebre economista Nouriel Roubini llevaba tiempo advirtiendo sobre el riesgo de estanflación en EEUU y el resto de economías avanzadas.
Para él, la explicación estriba en el cóctel de estímulos monetarios y fiscales, recuperación vigorosa y oferta limitada, que podía derivar en un alza de los precios muy superior al crecimiento real del PIB.
«Hasta hace poco, había puesto el foco más en los riesgos a medio plazo. Pero ahora se puede argumentar que la estanflación ‘leve’ ya está en marcha. La inflación está aumentando en los EEUU y muchas economías avanzadas, y el crecimiento se está desacelerando drásticamente, a pesar de los estímulos monetarios, crediticios y fiscales masivos» dijo el profesor de la Universidad de Nueva York.
Por ahora, «es probable que la inflación subyacente, que excluye los precios volátiles de los alimentos y la energía, siga cerca del 4% para fin de año. También es probable que las políticas macroeconómicas sigan siendo flexibles, a juzgar por los planes de estímulo de la administración Biden y la probabilidad de que las economías más débiles de la eurozona tengan grandes déficits fiscales incluso en 2022. Y el Banco Central Europeo y muchos otros bancos centrales de economías avanzadas siguen estando plenamente comprometidos a continuar con las políticas no convencionales durante mucho más tiempo», explica el economista.
Aunque la Fed está considerando reducir sus compras de bonos, es probable que las las adquisiciones netas se mantengan por un tiempo. Además, Roubini cree que la Fed, «como la mayoría de los bancos centrales, ha caído en una trampa de la deuda por el aumento de los pasivos públicos y privados (como porcentaje del PIB) en los últimos años. Incluso si la inflación se mantiene por encima de lo previsto, salir del QE demasiado pronto podría provocar que los mercados de bonos, crédito y acciones colapsen. Eso sometería a la economía a un aterrizaje brusco, lo que podría obligar a la Fed a revertir sus decisiones”.
Esta situación tiene consecuencias para los ahorradores grandes y pequeños. Las rentabilidades de los bonos, tanto los nominales como los “reales”, que excluyen la inflación esperada, han caído en picado en Estados Unidos y la zona del euro.
Mientras que los rendimientos reales a 10 años de los títulos estadounidenses protegidos contra la inflación (TIPS) se han reducido a la mitad desde finales de marzo hasta un mínimo histórico por debajo del -1,20%, una medida de la inflación futura, conocida como tasa de equilibrio, no ha caído mucho.
La tasa de equilibrio a 10 años en Estados Unidos, el nivel de inflación en el que los rendimientos de los bonos nominales y los TIPS se igualarían, está ahora en el 2,35%. “Es casi como si los mercados estuvieran valorando alguna forma de estanflación”, expone Craig Inches, responsable de tipos y liquidez de Royal London Asset Management (RLAM).
Según The Economist, la reactivación del sector de servicios es ahora la única ruta rápida hacia un crecimiento rápido porque ahí es donde está la holgura. En el segundo trimestre del año, el gasto en servicios de los hogares estadounidenses estuvo aproximadamente un 3% por debajo de su nivel en 2019 en términos reales. Pero en caso de que la expansión de Delta interfiera con industrias de servicios como el ocio y la hostelería, más estímulos sólo generarán más inflación.
Si la presión sobre los hospitales hace que incluso países altamente vacunados como Gran Bretaña restrinjan los servicios durante el invierno, el daño económico será grande y los beneficios menores. Sin embargo, la ola delta podría disminuir pronto, aliviando la presión sobre la economía mundial. Si no lo hace o si otra agresiva variante toma su lugar, el escenario será más inestable.