La pandemia ha puesto de manifiesto numerosas deficiencias y desigualdades de los sistemas educativos: desde la banda ancha y los ordenadores que requiere la enseñanza online hasta los entornos de apoyo necesarios para el aprendizaje, y de ajustar los recursos a las necesidades. De hecho, todos los indicadores apuntan que la crisis sanitaria del Covid-19 ha impactado de forma muy negativa en el ámbito educativo aumentando las desigualdades y afectando particularmente a los estudiantes más desfavorecidos. Así se refleja en el informe Indicadores comentados del sistema educativo español 2021, elaborado por las fundaciones Ramón Areces y Sociedad y Educación, y en el que se enfatiza, tal y como asegura Andreas Schleicher, director de Educación de la OCDE, que los países que presentan un peor rendimiento educativo son los mismos que han perdido más días lectivos durante la pandemia.
“Lo que significa que esta crisis no se ha limitado a incrementar la desigualdad educativa dentro de cada país, sino que es probable que haya incrementado también la brecha de rendimiento entre países”, explica el experto, tomando como base el estudio Special Survey, elaborado por el citado organismo de cooperación internacional al que pertenece, que concluye que allí donde ha sido necesario el cierre de las escuelas, muchos países han tenido que hacer esfuerzos para mitigar su impacto sobre los alumnos, las familias y los docentes, prestando más atención a los grupos más marginales.
Los investigadores también ahondan en la falta de apoyo docente durante la pandemia. Sirva como dato para ilustrarlo el hecho de que en Alemania, según una encuesta sobre el empleo del tiempo diario de aprendizaje, este se ha reducido a más de la mitad, pasando de 7,4 horas diarias antes de los cierres a 3,6 durante ese periodo. Esta reducción ha sido significativamente mayor en el caso de los alumnos con bajo rendimiento, que han sustituido en número no proporcional el tiempo de estudio por actividades que se consideran contraproducentes para el desarrollo de los niños –tales como los videojuegos y ver la televisión–, antes que por actividades beneficiosas como la lectura o el ejercicio físico.
Esta brecha de aprendizaje entre los alumnos con alto y con bajo rendimiento no ha sido compensada por la actividad de los padres. Ya antes de los cierres de las escuelas, los padres de alumnos con bajo rendimiento pasaban menos tiempo estudiando con sus hijos que los padres de los alumnos con alto rendimiento (0,4 frente a 0,6 horas diarias). Dado que el incremento del tiempo invertido ha sido mayor en el caso de los padres de los alumnos con alto rendimiento (+0,6 frente a +0,5 horas), los cierres de las escuelas no han hecho sino exacerbar esa desigualdad en cuanto a la implicación parental. Tampoco las actividades escolares han compensado este boquete en el aprendizaje de unos y otros alumnos.
La crisis ha cogido desprevenidos a muchos sistemas educativos, incluido el español, con severas desigualdades, en cuanto a la dotación de aulas digitales y servicios de entorno virtual de aprendizaje, por comunidades autónomas de los centros educativos públicos y privados. En el curso anterior a la pandemia, 2018-2019, la dotación de aulas con sistemas digitales interactivos y el porcentaje de centros con servicios de entorno virtual de aprendizaje eran menores en los públicos que en los privados, situándose los primeros en un 58,1%, mientras que en los segundos el porcentaje llegaba al 65,2%.
Para Schleicher, es el momento de que los países aprendan de la pandemia para reconfigurar personas, espacios, tiempo y tecnología, y diseñar entornos educativos más efectivos y eficientes para crear un marco de igualdad para la innovación en las escuelas. Porque si algo ha dejado claro la crisis, así lo cree Miguel Ángel Sancho, presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación, es que principios como sostenibilidad, inclusión, equidad, educación de calidad para todos son el fundamento de sociedades más justas, libres y solidarias, “donde se hace realidad el desarrollo personal y social, lo que se ha llamado por la OCDE bienestar”.
De hecho, este organismo recalca que los conocimientos, capacidades, actitudes y valores básicos para 2030, año para el que se han fijado los objetivos europeos de educación, abarcarán no solo la alfabetización y la aritmética, sino también la alfabetización digital, la salud física y mental y las habilidades sociales y emocionales.
Fuente: Cinco Días